Ainulindalë

by J. R. R. Tolkien 1/1/1977

En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar. Eru hizo a los Valar y les ordenó que juntos hicieran una Gran Música. Las melodías se entretejían en una armonía que iba más allá del oído, rebosando los espacios de la morada de Ilúvatar. Y así desapareció el Vacío. Al principio no había fallos en la música, pero a medida que el tema prosperaba, nació un deseo en el corazón de Melkor: entretejer asuntos de su propia imaginación que no se acordaban con el tema de Ilúvatar. A Melkor le habían sido dados los más grandes dones de poder y conocimiento, pero había un deseo que ardía en él: el de dar Ser a cosas propias. Melkor empezó a tener pensamientos propios, distintos a los de sus hermanos y los entretejió en la música, e inmediatamente se alzó una discordancia. Esa discordancia se extendió y muchos se desalentaron, y otros se unieron concertando su música con la de Melkor. Y así la discordancia de Melkor se elevó rugiendo y luchó con Ilúvatar en una violenta guerra de sonidos. Dos músicas por completo discordantes se desenvolvían a un tiempo ante el asiento de un Ilúvatar cada vez más serio. La música de Melkor había alcanzado una unidad propia: pero era estridente, poco armónica, infinitamente repetida. Pero de algún modo, Ilúvatar conseguía apoderarse de las notas más triunfantes y las entretejía en su propia solemne estructura, hasta que se puso de pie, levantó ambas manos y en un acorde más profundo que el Abismo, más alto que el Firmamento, penetrante como la Luz de los ojos de Ilúvatar, la música cesó. Entonces Ilúvatar habló, y dijo: “Poderosos son los Ainur y entre ellos el más poderoso es Melkor; Y tú, Melkor, verás que ningún tema puede tocarse que no tenga en mí su fuente más profunda, y que nadie puede alterar la música a mi pesar. Porque aquel que lo intente probará que es sólo mi instrumento para la creación de cosas más maravillosas todavía, que él no ha imaginado.